viernes, 14 de enero de 2011

No hace falta que me digas tu nombre, pero ¿como voy a llamarte si no lo se?

Las cinco y media de la mañana. No había conseguido pegar ojo desde que la había visto. Esa tarde llovía realmente fuerte. Había corrido calle abajo con su débil paraguas que se movía de un lado a otro, como si fuese un juguete que el viento manejaba a su antojo, y su abrigo empapado. El semáforo estaba en rojo y él solo prestaba atención a su reloj plateado que le indicaba que llegaba tarde. Luz verde, una sonrisa esperanzadora surcó su rostro iluminándolo con una fuerte intensidad, quien lo hubiera visto podía haber pensado que alguna imaginación estaba surcando su mente y no era precisamente una buena. Seguía corriendo calle abajo con la rapidez que sus encharcados zapatos le permitían. Miraba con tanto empeño su reloj que no prestaba atención a la carretera ni a la acera por la que corría. Giró la esquina con agilidad esperando que aún estuviese ahí pero ni rastro de su socio. Desilusionado, giró con rapidez chocando con una alta y exuberante mujer.

-¿Esta usted bien?-preguntó.
Ella no se molestó en contestar. Esbozó una sonrisa de superioridad y se levantó rechazando el apretón de manos que le ofrecía como disculpa.
-Ten más cuidado la próxima vez-lo miró con desdén y siguió caminando.
Ethan la miró irse. Nunca había conocido a una persona tan soberbia y altanera.
-Te has roto el paraguas.
Ethan giró. Detrás suya había un ángel, apenas tendría unos veinte recién cumplidos. Su pelo cobrizo caía por sus delicados hombros. Su tez blanquecina la hacía parecer una escultura, la mejor de todas. Sus curvas se habían grabado en su cabeza, y sus ojos habían traspasado su alma, alojándose en su corazón.
-¿No vas a contestarme?-preguntó riendo.
-El paraguas estaba ya casi roto.
¿Por que había dicho eso? Había quedado como un insensible y como un borde. Intentó rectificar pero no encontraba las palabras exactas con sus profundos ojos clavados en él.
-Quiero decir, compraré otro...-esbozó una sonrisa.
-Veo que ya conoces a Ellen.
-¿A quién?
Señaló una foto que estaba pegada a la pared. Era un cartel bastante llamativo con la foto de la chica que había tropezado con él.
-¿Ella es Ellen?
-Sí. Ellen Rose, futura estrella de cine-dijo divertida.
-Pues es una borde. Por cierto...soy Ethan, ¿y tu eres?-se puso de pie y le tendió la mano.
La chica se agachó y cogió algo del suelo.
-La Chica de la Lluvia-le tendió un sobre rojizo-Y creo que esto es tuyo.

Ethan la miraba hipnotizado. Había caído en el amor sin apenas conocerla. Pero había bastado una de sus miradas para que él supiese que podía hacerla feliz. Más que feliz. Sabía que no podría olvidarle, que a partir de ahora esto solo aumentaría descontroladamente. Ya no volvería a ser el mismo. La Chica de la Lluvia se había clavado en él de una forma sobrenatural.

-¿Qué nombre es ese?-preguntó él.
-El que necesitas saber-respondió marchándose.
-¿Entonces solo te veré cuando llueva o como va esto?-gritó con la esperanza de que lo escuchase pero ya era tarde, ella ya no estaba y él empezaba a agonizar.


(+Cuando llueva, me acordaré de ti. -¿Solo cuando llueva? +Sí. Por que desde que llegaste a mi vida llueve todos los días, evitando la sequía de mi corazón.)

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